¡Oh qué soberanas lumbres
dispensan cándidos rayos,
y entre soñolientas luces
el sol sale pestañeando!
El sol de justicia viene,
y del Oriente los lazos
desata la claridad
que en botón tuvo el ocaso.
Crédito es la Providencia
que el rosicler desmayado
temió no gozar el día
desconfió del sol los pasos.
Esta fiesta lo publica,
y a su común desagravio
fundará la Providencia
religión en Cayetano.
¡Oh qué noblemente espera
el influjo soberano
sin zozobrar que le pase
su fecundidad por alto!
Toma el ejemplo en las aves,
que ramilletes del campo
a flor y pluma vinculan
el alimento del canto.
Sus censos son la piedad,
la limosna el mayorazgo
fundado en el no pedir,
que es un vínculo apretado.
La viña del Evangelio
a sus hijos ha dejado:
manda que cojan buen fruto
y son las cepas carrascos.
Vivid, hijos del cristal
de roca más soberano,
a cuyo espejo las luces
reflejos dan por milagros.
Que aunque mis coplas lo empañen
con el aliento bastardo,
en los lejos de sus sombras
habrán visto su retrato.
martes, 16 de abril de 2013
Argumento de la celestina
La obra comienza cuando Calisto ve casualmente a Melibea en el huerto de su casa, donde ha entrado a buscar un halcón suyo, pidiéndole su amor. Esta lo rechaza, pero ya es tarde, ha caído violentamente enamorado de Melibea.
Por consejo de su criado Sempronio, Calisto recurre a una vieja prostituta y ahora alcahueta profesional llamada Celestina quien, haciéndose pasar por vendedora de artículos diversos, puede entrar en las casas y de esa manera puede actuar de casamentera o concertar citas de amantes; Celestina también regenta un prostíbulo con dos pupilas, Areúsa y Elicia.
El otro criado de Calisto, Pármeno, cuya madre fue maestra de Celestina, intenta disuadirlo, pero termina despreciado por su señor, al que sólo le importa satisfacer sus deseos, y se une a Sempronio y Celestina para explotar la pasión de Calisto y repartirse los regalos y recompensas que produzca.
Mediante sus habilidades dialécticas y la promesa de conseguir el favor de alguna de sus pupilas, Celestina se atrae la voluntad de Pármeno; y mediante la magia de un conjuro a Plutón, unido a sus habilidades dialécticas, logra asimismo que Melibea se enamore de Calisto. Como premio Celestina recibe una cadena de oro, que será objeto de discordia, pues la codicia la lleva a negarse a compartirla con los criados de Calisto; éstos terminan asesinándola, por lo cual se van presos y son ajusticiados.
Las prostitutas Elicia y Areúsa, que han perdido a Celestina y a sus amantes, traman que el fanfarrón Centurio asesine a Calisto, pero este en realidad solo armará un alboroto. Mientras, Calisto y Melibea gozan de su amor, pero al oír la agitación en la calle y creyendo que sus criados están en peligro, Calisto intenta saltar el muro de la casa de su amada, pero resbala y muere. Desesperada Melibea, se suicida y la obra termina con el llanto de Pleberio, padre de Melibea, quien lamenta la muerte de su hija.
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